“Recibe con simplicidad todo aquello que te suceda”.

Rabí Shlomo Yitzjaki (1040-1105), en A Serious Man (Joel & Ethan Coen; 2009)

Últimos textos publicados en  'Crónicas de un hombre serio'

100 burros ibéricosabril 2024

Lo del cambio de la hora es un fastidio; sobre todo en primavera, cuando te la quitan. Es el motivo de que todavía tuviera la radio puesta cuando acaban los informativos y tertulias políticas con las que comienzo el día. Me sirven para ponerse al día de lo que pasa en el mundo; y es interesante captar los matices con que cada emisora difunde la misma noticia. Pero a partir de más o menos las diez de la mañana, seguir en el dial de las cadenas generalistas resulta insufrible. Si por casualidad escucho el comienzo de uno de los programas que recorren la mañana, suele ser suficiente como para convencerme de ello. Sin embargo, en este caso me quedé unos minutos escuchando. El espacio iba sobre burros. Los temas agropecuarios no son lo mío. Y, aunque la historia derivó enseguida hacia el costumbrismo habitual, el comienzo fue impactante. Lo suficiente como para suscitar mi interés por la historia de los 100 burros ibéricos -eran de origen español y portugués-, que pudieron haber cambiado el devenir de Oriente Medio.


Cuando todavía no había acabado la Primera Guerra Mundial (duró hasta finales de 1918), en Rusia tuvo lugar la Revolución de 1917 y el consiguiente nacimiento de la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), creada oficialmente en 1922. El régimen soviético estableció de inmediato relaciones diplomáticas con Afganistán, que poco antes había dejado de ser un protectorado británico. Tras haber sido un reino durante décadas, un golpe de Estado instauró en el país la república en 1973 y, poco más tarde, en 1978, una revolución dio paso a un régimen comunista. Acto seguido el territorio afgano se convirtió en uno de los escenarios en los que, durante la Guerra Fría, la URSS y los EE. UU. libraron guerras con bombas que se llevaban por delante a quienes, en el caso de Afganistán, estaban en uno u otro bando de una guerra civil.

La URSS entró en el conflicto apoyando al régimen comunista; los EE. UU., siguiendo la máxima de que el enemigo de mis enemigos es mi amigo o como si lo fuera, a favor de la antigubernamental guerrilla islámica. O sea, los muyahidines. Así fue aquella guerra, en la que los soviéticos tuvieron su propio Vietnam, aunque a muchas personas les suene a serie televisiva poco creíble. Y, cuando, después de más de dos décadas de conflicto armado, la URSS se disolvió, arrastró en su caída al régimen comunista afgano. Y los fundamentalistas implantaron un régimen islamista. Después llegarían los talibanes. Y, tras el atentado de la Torres Gemelas, la invasión de Afganistán por países demócratas de toda la vida, con los EE. UU. al frente. Y así hasta la espantada final que se produjo en 2021. Pero esa es otra historia y la que aquí nos interesa es la de los burros.

En los primeros años 80, inmersos en la guerra afgana, los soviéticos pensaron que tenían que buscar una solución imaginativa para resolver los problemas logísticos que planteaba aquel escenario bélico. Y decidieron que, para manejarse por aquel inhóspito territorio, nada mejor que proveerse de mulos y mulas. Según la Wikipedia, son animales híbridos, engendrados por el cruce de burro y yegua, y sus cualidades para ser considerados un equipamiento estratégico radican en que son fáciles de criar y muy resistentes. Sus inconvenientes son que su genética no les faculta para engendrar descendientes válidos para las tareas para las que son utilizados habitualmente. De ahí la decisión de los soviéticos de hacerse con un buen número de burros (machos, por supuesto). Y, al parecer, los mejores ejemplares eran, y probablemente lo sigan siendo, los burros ibéricos.

El toque chusco de la historia es que, como si para entonces no se hubiera inventado ya el eurocomunismo, los soviéticos recurrieran como proveedores a camaradas del PSUC (Partido Socialista Unificado de Cataluña), que a su vez pasaron el encargo a camaradas del PCE (Partido Comunista de España). Como confiesa uno de los recolectores de burros, “en el partido no se preguntaba nada; y yo no decía nada de mis viajes en busca de burros ni a mi mujer”. Y, como en los tiempos de la posguerra, cuando todavía operaba el maquis, la guerrilla antifranquista, si para cumplir el objetivo había que pasar clandestinamente burros de Portugal a España, se pasaban.

El problema surgió cuando, con los burros en perfecto estado de revista y dispuestos a hacer un viaje hasta Oriente Medio de más de 8.000 kilómetros para arrejuntarse con todas las yeguas que les pusieran a tiro, se declaró una epidemia de peste equina. No quedó más remedio que disolver la compañía y tratar de recuperar los fondos invertidos en la operación. Nadie sabrá nunca si su papel en aquella guerra hubiera llegado a ser decisivo. En cualquier caso, sería interesante saber lo que opinaban la KGB y la CIA sobre la operación de los 100 burros ibéricos.

Leer texto completo

Utilizamos cookies propias para adaptar el sitio web a sus hábitos de navegación. Si quiere conocer más información sobre el uso de cookies, visite nuestra Política de cookies.

Acepto la política de cookies