Crónicas de un hombre serio / Pequeñas cosas
Léemeagosto 2021
No nos gusta que nos digan lo que tenemos que hacer, y todavía menos si es utilizando el imperativo puro y duro. Pero hay mandatos que, aun siendo inequívocamente conminatorios, son tan sugerentes que estimulan a su cumplimiento. Hoy me he encontrado uno de esos mandatos pegado en un libro depositado en una calle de mi barrio, en una especie de poyo que hay junto a un cajero automático. Tengo gran respeto por Antonio Gala y he leído varias de sus obras, aunque no, La regla de tres (1996). Sin embargo, he pensado que llevarme el libro era como destruir una obra de arte: la que componían el libro y el pósit con la invitación, casi súplica, a ser leído.
He depositado más de una vez libros en lugares públicos para que otras personas se los llevaran; en un banco de un parque o, hace mucho tiempo, en una cabina de teléfono. Y también adjuntaba una pequeña nota en la que invitaba a llevarse alguno; eso sí, en mi afán por ser explícito, nunca he pensado que bastara con una sola palabra: “léeme”. El mensaje es tan subyugante y erótico como si de la maleza del bosque surgiera una ninfa mitológica que ordenara al paseante: “bésame”. Ahora me siento obligado a leer el libro. Me tocará comprarlo.