Negro sobre blanco  /  Las tesis del aitona

Lo que el viento nunca se llevaráseptiembre 2020

El 25 de mayo de 2020 muere George Floyd, víctima de la brutalidad policial. Como consecuencia, se produce en EE. UU. una ola de protestas antirracistas. Dos semanas después, Home Box Office, Inc. (canal de televisión por suscripción perteneciente a la Warner, conocido popularmente como HBO) retira de su catálogo Lo que el viento se llevó. La película, estrenada en 1939, presenta una visión edulcorada de la esclavitud e incluye estereotipos racistas de esclavos y esclavas negras; ya había sido objeto de críticas por ello en numerosas ocasiones. Otras compañías, como Disney o Paramount, también realizan modificaciones en su programación en el mismo sentido. Transcurrido un tiempo, HBO vuelve a incluir entre su oferta la oscarizada película, aunque ahora aparece acompañada de avisos que advierten de los sesgos racistas del largometraje.


En películas, novelas u obras de teatro ambientadas en los EE. UU. de la época anterior a su guerra civil (1861-1865), es habitual que aparezcan esclav@s negr@s, porque realmente existían. Igual que hay miembros de tribus nativas (despectivamente denominados “indi@s” o “pieles rojas”) en las que narran historias de frontera del citado país o mafiosos de ascendencia italiana -rodeados de sopranas- en las ubicadas en la época de la ley seca (1920-1933). Es el mismo motivo por el que aparecen nazis rubicundos si el escenario es la Segunda Guerra Mundial (1913-1945), sicarios llenos de tatuajes cuando se habla del tráfico de drogas, o personas resignadas -o cabreadas- que aunque se esfuercen por trabajar viven en la pobreza si se trata de obras que describen cualquier gran ciudad de la actualidad. 

Estos personajes aparecen en las obras de ficción porque han existido o existen en la realidad. Otra cuestión es que sean retratados con más o menos rigor y acierto estético o que, en caso de un supuesto corolario moralizante, se esté más o menos de acuerdo con las conclusiones. Hay precedentes de todas clases que han resultado polémicos y hasta conflictivos: desde Jesucristo Superstar o La vida de Brian hasta la reciente Mientras dure la guerra, pasando por las páginas de La Codorniz, El Jueves o Charlie Hebdo. También hay que tener en cuenta que la realidad es a menudo mucho menos verosímil que la ficción: ¿se imaginan una película sobre una pandemia que está asolando el mundo en la que aparece el inquilino de la Casa Blanca, comandante en jefe del mayor ejército del mundo, diciendo las majaderías que dice el de verdad? 

La interpretación de la realidad siempre es opinable, como lo es la credibilidad de los personajes de ficción que aspiran a ser reflejo de esa realidad. En cualquier caso, carece de sentido, tanto desde el punto de vista artístico como desde el estrictamente informativo y/o educativo, tratar de ocultar al público una pretendida obra de arte porque en ella se refleja una visión de la realidad diferente a la considerada políticamente correcta o a la forma de pensar de la mayoría cultural, o porque se utilizan estereotipos -que siempre son sesgados- que no resultan del agrado de quienes la ven, leen o escuchan.

Quienes quieran rebatir la interpretación de la realidad que otros han expresado en sus pretendidas obras de arte que lo hagan utilizando las correspondientes armas dialécticas. Pero para rechazar lo que, incluso con crueldad y perentoria falta de objetividad, ha sido reflejado en una obra de ficción no tiene sentido recurrir a la censura. Entre otros motivos porque en la era de la comunicación es prácticamente imposible hacerlo y hasta puede incentivar la difusión de lo que se pretende ocultar. 

Es por eso por lo que, aunque pueda interpretarse como un intento loable, no parece que vaya a resultar muy efectivo que las plataformas televisivas (que se dedican, sobre todo, a ganar dinero) incluyan una explicación a sus clientes acerca de la forma inadecuada en que un asunto o personaje ha sido tratado en una película, como es el caso de HBO con Lo que el viento se llevó. Por muchos avisos que se incluyan, la crueldad de las guerras, la injusticia de las conquistas, los excesos y la corrupción de los poderosos, la envidia de los pusilánimes y una interminable y variopinta serie de lacras y despropósitos de la especie humana -incluidos el racismo y la brutalidad policial- son realidades que, desgraciadamente, forman parte de lo que el viento nunca se llevará.

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