Negro sobre blanco  /  Opinatorio

Lapsus de académicojunio 2020

En un primer momento pensé que se trataba de una confusión de novelista con muchos escenarios en la cabeza. Porque lo que está claro es que, por mucho que Pérez-Reverte se empeñe -lo repite hasta en tres ocasiones-, Bataclán (con tilde) no es el nombre del local de San Sebastián en que se produjo su encuentro con La actriz de aquella noche (XLSemanal, nº 1700; mayo de 2020). Porque la discoteca “cuyos ventanales y terraza se abrían a la playa de la Concha” como siempre se ha llamado, desde que en 1979 apareció en la noche donostiarra, es Bataplán (también con tilde, aunque a menudo se escriba sin ella).

Una suposición con cierta lógica es que, tras semanas de confinamiento vírico y series televisivas (mezcla idónea para conspiranoias yihadistas), el nombre atribuido por don Arturo a la disco donostiarra tuviera su origen en el local ubicado en Paris que en una funesta noche de noviembre de 2013 se convirtió en Territorio comanche. Su nombre, Le Bataclan (sin tilde) se le habría colado en el artículo porque, como dice en la citada novela, “la memoria de un reportero siempre es la memoria de un largo álbum de viejas fotos, de imágenes que a veces se funden unas con otras”.

Sin embargo, no creo que el error se deba a las tramas de ficción que ronden por su cabeza ni al recuerdo inconsciente de lúgubres acontecimientos, sino que se trata de un caso claro de lapsus de académico. Porque solo un académico de la lengua como él se puede armar un lío entre el Bataplán de Donostia y Le Bataclan de París, para acabar en el Bataclán de su artículo. La explicación es que el único bataclán que existe es el ubicado en un sitio que Pérez-Reverte bien conoce: el diccionario de la Real Academia de la Lengua, con el significado de espectáculo teatral frívolo. El atenuante de su lapsus es que, como el propio diccionario indica, el origen del término es, precisamente, “Bataclan [sin tilde], nombre de una famosa sala de espectáculos parisina”.

Si don Arturo vuelve alguna vez por Bataplán, el de Donosti, el de aquella noche en que se tomó un gintonic de Bombay azul con aquella actriz de ojos luminosos y melancólicos, espero que el DJ de turno le dedique la marcha de San Sebastián. A buen seguro que los y las donostiarras presentes se sumarán al homenaje a ritmo de ba-ta-clán.

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